
Cada dos meses, Guacolda Saavedra se reunía con la Agrupación de Mujeres Territorial de Curepto, en el centro cultural “La Casa de Todos”. Llegaban mujeres mayores de 50 años, muchas de sectores rurales. Guacolda las lideraba con la experiencia de quién dedicó su vida por los derechos de las mujeres. Fue ella quien fundó el grupo en 2024, les tramitó su personalidad jurídica y las orientó para acompañar a mujeres sobrevivientes de violencia en sus procesos judiciales. Entre cerros y campos, las mujeres aprendían a sostener a otras siguiendo su ejemplo.
Antes de llegar a Curepto, Guacolda Isabel del Carmen Saavedra Rojas ya había recorrido un largo camino. Pobladora de Talca, formó parte de la Casa Yela en los años 80, una de las primeras casas de acogida para mujeres víctimas de violencia en Chile.
En una época sin garantías para las mujeres, ella se reunía junto a otras pobladoras. Su lucha se remitió a su propia historia: “cuando yo fui a esa primera jornada a la cual fui invitada a mí se me cayó la venda de los ojos de la vida que yo estaba llevando, dentro de mi propia vida de matrimonio y vida hogareña”, dijo en el libro Violencia de género, pobladoras y feminismo popular.
En plena dictadura, Guacolda marchaba junto a sus compañeras. Muchas de las reuniones eran en el centro de Talca, con lienzos y gritos. Llevaban unas poleras blancas, que al centro y en negro decían “no más violencia contra las mujeres”.
En 1990, fue una de las fundadoras de la Coordinación Nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, un espacio clave para visibilizar y denunciar la violencia de género en todo el país. Permaneció hasta 2015, participando de la articulación histórica en Valparaíso de los años 90, cuando aún se llamaba Red Chilena contra la Violencia Doméstica y Sexual.
También dirigió el Centro de Acción Social Quidell de Talca. Respaldó a mujeres sobrevivientes de violencia y organizó instancias educativas. Su trayectoria la consolidó como una referente feminista en la Región del Maule.
Se trasladó a Curepto, donde permaneció hasta sus últimos días. Allí trabajó ocho años en el Centro de la Mujer y, desde 2022, lideró la Oficina de la Mujer de la municipalidad. Acompañó a mujeres rurales en sus denuncias, incluso participando como testigo en juicios.
Cada miércoles estaba al aire en las radios comunitarias —Radio Poesía y Radio Rosario— , donde le hablaba a las personas del campo sobre violencia de género y derechos de las mujeres. También organizó talleres de educación sexual en colegios y en espacios rurales donde nunca antes se hablaba de derechos reproductivos. Fortaleció los círculos de mujeres y alentó a nuevas líderes a continuar el movimiento.
Ana Díaz, feminista de Curepto que compartió espacios con Guacolda, recuerda que su presencia tenía un sentido mayor. “Es fuerte estar en un pueblo donde nadie ocupa energía para la mujer. Por eso ella no se quería ir, porque la violencia en el campo está muy perpetuada”, dice. Para Ana, su legado es claro: “que nos cuidemos entre nosotras, que nos acompañemos y sepamos que no estamos solas. Yo pienso que eso era para las mujeres cureptanas: una gran compañera, un sostén”.
Guacolda Saavedra falleció el 13 de agosto de 2025. Quienes la conocieron la recuerdan con su característico pañuelo al cuello y una maleta donde llevaba todo lo necesario, recorriendo cada espacio para educar y acompañar a las mujeres. Enfrentó los desafíos del territorio y la violencia que ella misma combatía. Su legado no cabe en una maleta: hoy viaja en la memoria de cada mujer que se sabe acompañada.
Por Thiare Riquelme, estudiante en práctica de la Universidad Diego Portales