
En el marco del 80° aniversario de la obtención de su Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral sigue tan presente como siempre. La poeta de Montegrande no solo dejó un legado imborrable en la literatura nacional e internacional, sino que también desarrollo una profunda vocación por la enseñanza iniciando su trayectoria como educadora a los 16 años.
Para Polett Body Lizana, directora de Von Refugio e investigadora autodidacta de la vida y obra de Mistral, la poeta es muy multifacética, prolífica, camaleónica y muchas veces, contradictoria. «Tiene la imagen de una mujer muy dura, pero en realidad es profundamente sensible. Llama la atención porque la mayoría la imagina como una señora de traje sastre, entrecejo fruncido y siempre educadora. Pero Mistral tiene una sensibilidad que yo llamaría trágica, muy distinta a la que nos enseñaron”, comenta la experta.
Primeros años junto al pizarrón (1900-1921)
La primera influencia pedagógica en la vida de Gabriela fue su hermana mayor, Emelina. Fue ella quien le enseño a leer y le brindó sus primeras lecciones escolares. En 1905, cuando Gabriela tenia casi 16 años, comenzó a trabajar como ayudante en la Escuela de La Compañía Baja. Más tarde, ejerció como maestra en La Cantera y en la Escuela de Cerrillos en Coquimbo.
En 1910 viajó a Santiago para rendir exámenes especiales en la Escuela Normal de Preceptoras y obtener oficialmente su título de maestra. “En su formación católica, la enseñanza era una vocación casi sagrada. Según ella, había pocos oficios nobles para una joven de 15 años”, explica Body. Para Mistral, la docencia no fue solo una profesión, sino una misión espiritual, una de forma de servicio».
Ya titulada, fue destinada a la escuela rural de Barrancas y luego ejerció en Traiguén y en Punta Arenas, donde asumió como directora del Liceo de Niñas. Allí inauguró una escuela nocturna para personas adultas y promovió la creación de bibliotecas, entre otras iniciativas. También trabajó en liceos de Temuco y Santiago.
“Mistral veía las injusticias que vivían los niños, y muchas veces compraba con su propio dinero lo que necesitaban. Su compromiso con la infancia era profundo, creía en su potencial y en el respeto que merecen», destaca Body.
Su carrera internacional (1922 – 1945)
En 1922, México invitó a Mistral a participar en su ambicioso programa de reforma educativa. Viajó acompañada por Laura Rodig, quien oficio como su secretaria. Allí se fundó la Escuela Hogar Gabriela Mistral, una muestra del impacto de su labor pedagógica.
«México tiene más instituciones con el nombre de Gabriela Mistral que Chile. Eso habla de la huella que dejó en ese país», señala Body, agrega que sus viajes fueron experiencias transformadoras: «Salir de Chile a los 32 o 33 años te abre la mente. Venía de conocer su país y de pronto se enfrentaba a otras culturas, a otro mundo».
En Buenos Aires participó en la Primera Conferencia Internacional de Maestros con su texto «Los derechos del niño». En Madrid, representó a Chile y Ecuador en el Congreso de la Federación Internacional Universitaria.
“Ser maestra le permitió a Mistral reconocerse a sí misma. Su escritura y su pedagogía se alimentaban mutuamente, en un círculo virtuoso que ella misma denominaba ‘literatura viva’”, añade Body.
Durante sus funciones consulares en Europa, el régimen de Mussolini le impide ejercer su cargo en Nápoles, obligándola a un arresto domiciliario en Roma. Con el estallido de la Guerra Civil española, se trasladó a París y luego pidió su traslado a Brasil, buscado escapar del conflicto.
Fue allí donde el embajador sueco en Brasil le comunicó que había ganado el Premio Nobel de Literatura. Viajó a Suecia y se convirtió en la primera escritora latinoamericana en recibir esta distinción. “Hoy Suecia se vuelve hacia la lejana América Ibera para honrarla en uno de los muchos trabajadores de su cultura. El espíritu universalista de Alfred Nobel estaría contento de incluir en el radio de su obra protectora de la vida cultural al hemisferio sur del continente americano tan poco y tan mal conocido”, expresó Mistral en su discurso de aceptación.
Galardones y últimos años (1946 a 1957)
Los galardones no cesaron. En Francia recibió la Legión de Honor; en Italia, el doctorado honoris causa de la Universidad de Florencia; y en Cuba la medalla Enrique José Varona de la Asociación Bibliográfica y Cultural.
En Chile, obtuvo el Premio Nacional de Literatura, cuya dotación destinó a niños sin recursos del valle de Elqui. La Universidad de Chile también le otorgó un doctorados honoris causa y se realizó un recital poético en el Estadio Nacional donde fue ovacionada.
Sin embargo, fueron pocas las veces que Mistral regresó a Chile. “Es muy fuerte pensarse desde fuera del territorio. Con los años, Gabriela resignifica los lugares que la formaron. pero siente que Chile no la recibió ni la valoró como sí lo hicieron otros países”, sostiene Body. «México fue un lugar de bienvenida. Chile, en cambio, dejó ser ese hogar para ella. Se volvió extranjera en su propia tierra”.
En Estados Unidos, los médicos le diagnosticaron un cáncer de páncreas y fue internada en el hospital Hempstead, Nueva York. Murió la madrugada del 10 de enero de 1957. Sus restos fueron trasladados Montegrande, en el valle de Elqui, tal como ella había deseado.
*Por María José Vargas, periodista de Corporación Humanas