La elección de una Convención Constitucional conformada en partes iguales entre hombres y mujeres es un hito en Chile y el mundo, un logro para la participación y representatividad de un grupo que históricamente se ha mantenido en segundo plano en la toma de decisiones. Sin embargo, que se escriba una nueva Constitución es una oportunidad mucho más amplia. Un nuevo texto fundamental puede establecer criterios que apunten a favor de la paridad social, tener una consideración más profunda de los derechos sexuales y reproductivos, establecer medidas concretas contra la violencia de género y promover lo que el movimiento feminista tiene como uno de sus objetivos principales: la igualdad sustantiva entre los géneros.
La brecha permanente
• Una encuesta de la Corporación Humanas arrojó que el 89% de las mujeres considera que son discriminadas en los distintos aspectos de su vida.
• Mientras el 41,6% de los hogares chilenos tiene a una jefa de hogar y el 77% de los hogares monoparentales son liderados por mujeres, según datos de GFK Adimark, la brecha salarial supera los $200 mil a favor de los hombres, o sea, las mujeres ganan en promedio un 27% menos, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
• Un 83% de las encuestadas por GFK Adimark señala que luego de trabajar, llegan a sus casas a cocinar, lavar la ropa, limpiar el baño, hacer el aseo y cuidar hijos e hijas, labor que además de no ser remunerada, implica una carga física y psicológica superior a la que tradicionalmente tienen los hombres.
• El 96,6% de las mujeres que no participan de la fuerza laboral –más de 3,7 millones– declara razones familiares permanentes (cuidados y quehaceres domésticos), en contraste con el 3,4% del género opuesto, según el INE. Además, la proporción de mujeres sin ingresos propios es 1,7 veces mayor que la de hombres: de ellas, un 40,1% no tiene autonomía económica.
• Según un estudio de la Fundación Chile Mujeres, sólo un 10% de los puestos en los directorios de las 100 empresas más grandes del país son ocupados por mujeres, y en el 47% de esas firmas no hay ni una directora.
Paridad: espacios para todos y todas
En 1951 se eligió a la primera diputada, Inés Enríquez, del Partido Radical. En 1953, la primera senadora, María de la Cruz, del Partido Femenino Chileno. Hoy, el 23% de los integrantes del Congreso son mujeres: 35 diputadas y 11 senadoras. Pero el balance global sigue cargado al lado de hombres: en los 209 años de historia del Parlamento, apenas un 2,7% de sus miembros han sido mujeres.
Derechos sexuales y reproductivos
“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo vestía”
Sepúlveda insiste en la necesidad de una red de acción estatal: “El problema es que cuando hablamos de violencia de género, hemos pensado constantemente en el rol del Estado como un dispositivo que aparece una vez que el hecho ocurrió. Hay que poner un enfoque importante en la prevención y eso sí se puede constitucionalizar, a la par, por supuesto, con la constitucionalización del derecho a vivir una vida libre de violencia. Se tendrían que establecer mandatos específicos para el Estado, con el fin de desarrollar políticas públicas de prevención, junto a la efectiva sanción e incluso la reparación de las víctimas. Debería existir una coordinación estatal intersectorial. No sólo el Poder Ejecutivo va a tener un rol importante, también el Judicial y el Legislativo. Van a haber cosas que tendrán que ser materializadas a través de nueva legislación, pero de todas formas debe estar en la Constitución. Necesitamos un Estado que mueva una transformación social hacia la erradicación de estas manifestaciones de violencia”.